Nuestros Orígenes
¡Sólo Dios!
“Aquí estoy, envíame” (Is 6,8)
“Y el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14)
En el año 1916 nuestro país se encontraba en una inestabilidad económica, política, social y religiosa ya que se aproximaban tiempos difíciles: la revolución cristera en 1926.
Es en este momento en que Dios toca el corazón de dos grandes personas que dejándolo todo y atentos a la voz de Jesucristo que llama “Ven y sígueme”, y decidieron seguirlo.
En Guadalajara, Jalisco, México. El Padre Manuel Escanes y la Rvda. M. Mercedes Jiménez Urzúa unen su ideal de ayudar principalmente a la niñez desvalida, pobre y desamparada brindándoles hogar y educación, y un 16 de diciembre de 1916 inician la obra de Dios con seis niñas huérfanas, es en este momento que surge en la Iglesia y para la Iglesia la congregación de Misioneras Guadalupanas.
Recibimos la aprobación diocesana, el 15 de mayo de 1963 y aprobación pontificia el 12 de diciembre de 1993, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
El padre Manuel Escanes y Torres nació el 18 de febrero de 1879 en Guadalajara, Jalisco, México. Sus padres fueron el Sr. Manuel Escanes y la Sra. Francisca Torres.
Se desarrolló en una familia Cristiana y de buenas costumbres, desde niño sintió el llamado de Dios y al tener su primer encuentro en la comunión decidió que Cristo sería el centro de su vida.
A la edad de 13 años ingresó al Seminario Conciliar de Guadalajara, Jalisco, destacándose por su obediencia, respeto, piedad, bondad de corazón, por una exquisita caridad y gran amor y devoción a la Sma. Virgen María a quien llamaba Madre Santa.
Durante su ministerio como sacerdote sembró la semilla del Evangelio con su amor especial a los pobres a ejemplo de Cristo “Lo que hagas a uno de estos pequeños a mí me lo hiciste” (Mt 25,44).
Es llamado a la casa del Padre después de cumplir su misión en este mundo el día 12 de octubre de 1940, dejándonos como herencia espiritual la contemplación de la Encarnación de Cristo en sus diferentes fases: en el Hermano, ya que siempre meditó en grado máximo el siguiente versículo: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14).
Sus restos mortales fueron trasladados de la antigua Basílica del Tepeyac en la Ciudad de Guadalajara a la Casa General ubicada en la calle Justo Sierra 2058 el día 28 de julio del 2001.
La Madre Mercedes Jiménez Urzúa, nació el 3 de noviembre de 1871 en Ciudad Guzmán, Jalisco, México. Sus padres fueron el Sr. Jesús Prócoro Jiménez y María de Jesús Urzúa. Desde pequeña se distinguió por su gran amor a Cristo en la Eucaristía y a la Santísima Virgen María, dedicaba gran tiempo a la oración, vivió su niñez y juventud en una constante búsqueda de Dios, tratando siempre de hacer su voluntad y descubrir el querer de Dios en su vida, a los 39 años de edad, le responde al Señor que le dice “Vende todo lo que tienes y sígueme” (Lc 18,22).
Ella ingresó al Primer Monasterio de las Adoratrices de Guadalajara, pero Dios le indica otro camino para servirle y se retira por motivos de salud.
Continuaba en oración pidiendo a Dios le señalara el camino para entregarse a Él y a su Reina, buscaba ayuda espiritual en el templo de San Sebastián de Analco con el Padre Manuel Escanes y en confesión le expresa su deseo de ayudar a la niñez pobre y desamparada. Juntos unen su mismo ideal, descubriendo que Dios los invita a la obra de educar y dar casa a la niñez desamparada, iniciando con 6 niñas huérfanas que Dios puso en su camino.
En 1926 se desencadenó el movimiento Cristero y la Congregación se ve afectada en las comunidades ya formadas y los internados de niños y niñas que existían, pero con la fuerza de Dios, la Madre Mercedes y el Padre Manuel salieron adelante con la naciente Congregación en la Iglesia.
La Madre Mercedes junto con algunas hermanas viajaron hacia el extranjero, se hospedaron en el convento de Santa María, en Santa Fe Nuevo México, donde trabajaron en misiones pobres y pueblos indios del Estado, se ganaron el corazón de los indios. Estando allá su anunció del Evangelio llegó hasta Azusa, California y San Antonio, Texas.
El 16 de septiembre de 1954 entrega su vida al Creador después de orar y bendecir a su Congregación. Nos dejó como principal herencia espiritual su lema “¡Sólo Dios!” para que confiemos nuestra vida y la obra sólo en Él. Nos enseñó con su vida el Camino de la Santidad a través del servicio a los niños y jóvenes con una actitud de disponibilidad en la misión “Aquí estoy Señor, envíame” (IS 6,8).